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Mamá Canducha de “En una silla de ruedas”

Candelaria era una anciana india de origen guanacasteco, con la piel color de teja, casi negra, de facciones rudas que guardaba un corazón en el que Dios había puesto todas sus complacencias. Miguel se decía que Candelaria era como los cocos que envuelven su pulpa blanca, azucarada y suave, en una cáscara dura y color terroso.

De joven sirvió en casa de los padres de Jacinta; después se casó tuvo hijos, pero éstos y el marido murieron. Cuando se casó la niña Cinta a quien viera nacer, se fue con ella y le ayudó a criar a sus hijos.

Servía con fidelidad y desinterés. Candelaria era una de esas criaturas que sirven sin rebajarse: su obediencia era aquella que ennoblece a quien la practica. Donde llegaba se hacía luego indispensable: se imponía enseguida, inconsciente y sin hacerlo sentir, dulcemente, porque su corazón estaba casi siempre en lo más alto que el de sus amos. Lo que tocaban sus dedos oscuros y nudosos quedaba en orden y rodeado de una aureola de limpieza. Su lengua tosca tenía siempre la palabra que se necesitaba: en la alegría, sabía echar ramilletes de chispas inofensivas como las de la piedra de afilar cuando trabaja; en la ira, era un cántaro de agua que apagaba las llamas; en el dolor, la gota de aceite que calma.

Era una existencia humildosa y noble que hacía evocar el verso del poeta inglés: ”Sus pasos hollaron la pradera y dejaron en pos de sí las rosadas margaritas”. Si a Candelaria le hubieseis dicho esto, quizá no os hubiese comprendido: sus pies desnudos, morenos, de planta endurecida, dejando huellas sobre las que nacían flores! - Vaya, vaya y ¡qué modo de hablar! Para los niños era algo tan indispensable como su madre. La llamaban mama Canducha. Ella los quería a todos, pero su devoción por Sergio era casi fanatismo. Cuando murieron sus hijos y su marido, su amor quedó flotando como una hebra de miel en el espacio; un día encontróse con esta vida triste y delicada y allí se prendió y tejió en su torno un capullo de ternura.

Era ella quien acostaba y levantaba al niño, le preparaba sus alimentos y le arreglaba su ropa. Enternecía verla acomodando la gaveta de Sergio: doblaba con primor las camisas, los pañuelos, los cuellos y entre cada pieza metía hebras de raíz de violeta para que oliesen bien.

Jamás se borró de la memoria de Sergio la sensación de bienestar que lo invadía cuando al anochecer lo cogía mama Canducha entre sus brazos y lo llevaba a un rincón de la sala. Allí se sentaba en una poltrona, lo arrullaba y le narraba cuentos. Y los regazos de la anciana le parecían más mullidos que los almohadones de su silla: tenían una suavidad animada y cariñosa de la que carecía el terciopelo de aquellos.

Gracia y Merceditas sentábase a los pies de ella, en los pequeños taburetes de asiento de cuero que les hiciera Miguel. Entonces les relataba los cuentos de El tonto y el vivo, de La Cucarachita Mandinga y las aventuras de Tío Conejo, Tía Zorra, y Tío Collote, y jugaban la Pisi pis: gaña y al Pisote. Y cuando la cabeza de Sergio se abatía sobre su seno y las de las niñas sobre sus regazos, entonaba canciones ingenuas al son de las cuales dormitaban los niños:

            ¡AY! ¡QUIEN FUERA PERRO NEGRO,
            NEGRO COMO EL SAPOYOL,
            PARA METERME EN TU COCINA
            Y ROBARTE EL NISTAYOL!

        Y luego:

            LA VIRGEN LAVABA,
            SAN JOSÉ TENDÍA,
            EL NIÑO LLORABA,
            JOAQUIN LO MECÍA.

Los niños tejían ensueños con estos versos mientras dormitaban.

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8 comentarios:

Unknown dijo...

me estoy cagando

Unknown dijo...

Quien es mamá canducha

Unknown dijo...

Quien es la mamá de Candelaria?

Unknown dijo...

Quien es mamá canducha

Deymer Ortega dijo...

como era la situación religiosa de canducha

Unknown dijo...

Cuales cuentos leia canducha

Unknown dijo...

lean la novela monton de perezosos jjajjaja

Anónimo dijo...

No entendí nada

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